Centro de Educacion Emocional y Cultivo d e la Mente

 

 

 

 

 

 

Rescatar al Niña/o Herida/o

 

 

 

 

 

 

La burla, la desatención, el abuso físico...

En mayor o menor medida, todos hemos sido víctimas de la violencia de los adultos cuando éramos niños.

Encontrar a alguien que nos escuche con empatía y admitir que sufrimos ese maltrato sin sentirnos culpables permite sanar nuestra infancia y nuestro presente, y evitar que se repita la historia.

 

ACOMPAÑARLOS EN EL PROCESO

 

Los seres humanos que en su infancia fueron objeto de maltrato encuentran así una tribuna que les permite expresarse libremente y, juntos, buscar la manera de liberarse de las consecuencias de los abusos padecidos.

 

No podemos resolver los efectos del maltrato en terapias que eluden los hechos y se limitan al análisis de las realidades psíquicas.

 

Pero podemos liberarnos de las consecuencias si estamos preparados para afrontar emocionalmente la verdad de nuestra infancia, renunciar a la negación de nuestro sufrimiento y desarrollar empatía con el niño que fuimos y entender así las razones de nuestros miedos.

 

De esa manera, nos liberamos de los miedos y los sentimientos de culpa con los que cargamos desde la más tierna infancia.

 

Gracias al conocimiento de nuestra historia y nuestros sentimientos, llegamos a conocer a las personas que somos y aprendemos a darnos lo que vitalmente necesitamos pero nunca recibimos de nuestros padres: amor y respeto.

 

Éste es el gran objetivo de la terapia de desvelamiento: las heridas pueden cicatrizar si se les presta atención y se las toma en serio, pero es preciso no negar la existencia de las cicatrices.

 

Un niño al que se le ha pegado anticipa el castigo por cualquier expresión de descontento o de malestar.

 

Esta ansiedad puede permanecer inconsciente (porque sus causas nunca fueron desveladas y procesadas), pero operar de modo muy efectivo acompañando a los individuos durante toda la vida y determinando todo su comportamiento.

 

 

LA TERAPIA QUE FUNCIONA

 

Digo que una terapia “desvela” cuando ayuda a los sujetos con la colaboración de los sentimientos a conocer su dolorosa historia infantil reprimida para que no vuelvan a temer los peligros que les acechaban de verdad durante la infancia y que ahora ya no representan una amenaza.

 

Entonces se acaba para los pacientes la necesidad de temer y repetir inconscientemente lo que les ocurrió en su más tierna infancia, porque ahora conocen la realidad de aquella edad y pueden reaccionar a ella con rabia y con tristeza en presencia del terapeuta como su testigo empático.

 

Dejan de despreciarse, dejan de acusarse y hacerse daño mediante todo tipo de adicciones, porque son capaces de desarrollar empatía con el niño que sufrió gravemente a causa de la conducta de sus padres.

 

Si más tarde en la vida de estos adultos se presentan peligros, estarán mejor preparados para afrontarlos porque comprenderán mejor sus antiguos miedos.

 

Esta manera de proceder se diferencia de otras formas de tratamiento que implican practicar una nueva conducta o mejorar el bienestar personal (mediante yoga, meditación, pensamiento positivo).

 

En estos casos, se deja de lado el problema de la infancia.

 

A mi juicio, el miedo a este problema se remonta al miedo de los niños que han sido castigados, al miedo al próximo golpe, si es que se atreven a reconocer la crueldad de sus padres.

 

Y este miedo es tan dominante que mucha gente ha tenido que criarse soportando castigos (psicológicos, pero sobre todo físicos, que aún se consideran inocuos y necesarios) sin posibilidad de defenderse.

 

DESCUBRIR LA VERDAD

 

Esto también puede verse en el psicoanálisis, que hasta hoy elude los abusos sufridos en la infancia, cierra los ojos ante ellos.

 

Sus teorías se construyeron sobre la base de este miedo a los padres.

 

Por eso, tanto los pacientes como los analistas permanecen, a veces durante décadas, atrapados en un laberinto de ideas y tienen sentimientos de culpa por haber hecho supuestamente tan difícil a sus padres comprender al niño “problemático” que fueron.

 

A menudo no saben, y tal vez nunca lo descubran, que fueron niños severamente maltratados.

 

Que un terapeuta haga posible este conocimiento depende de qué sepa de su propia infancia.

 

¿QUÉ SE CONSIDERA MALTRATO?

 

Las humillaciones, golpes en la cola, bofetadas, traiciones, abusos sexuales, mofas, burlas, desatenciones... todas son formas de maltrato, porque dañan la integridad y dignidad de un niño, aunque sus consecuencias no sean visibles inmediatamente.

 

Como adultos, la mayoría de los niños maltratados sufrirán (y permitirán que otros sufran) por estos daños.

 

CÓMO AFECTA AL CEREBRO

 

Casi todos los niños reciben algún golpe durante sus tres primeros años de vida, cuando empiezan a caminar y a tocar objetos que no pueden ser tocados.

 

Esto sucede precisamente en un periodo en que el cerebro humano construye su estructura y, por lo tanto, debería interiorizar amabilidad, sinceridad y amor, pero en ningún caso crueldad y engaño.

 

UN CÍRCULO VICIOSO

 

Los niños maltratados asimilan muy rápidamente la violencia que soportaron, y pueden incluso idealizarla y aplicarla después en su función de padres al creer que merecían esos castigos y que fueron golpeados por amor.

 

No saben que la única razón para el maltrato que tuvieron que soportar es que sus propios padres recibieron y aprendieron la violencia sin ser capaces de ponerla en cuestión.

 

Más adelante, los adultos que fueron niños maltratados expresan violencia sobre sus hijos y sienten gratitud hacia unos padres que los maltrataron cuando eran pequeños e indefensos.

 

PROTEGERSE MEDIANTE EL OLVIDO

 

Esta inversión de papeles, idolatrar al maltratador y culpar a la víctima, se ve reforzada por un mecanismo de defensa característico: el olvido.

 

El niño que crece en un entorno abusivo tiene prohibido expresarse a sí mismo y expresar su rabia.

 

Como soportar ese dolor a solas es demasiado duro para él, se ve forzado a olvidar sus sentimientos, a reprimir los recuerdos traumáticos y a idealizar a quienes son realmente los autores de esos abusos.

 

Aprenden a no recordar como medida de defensa.

 

SE ALMACENA EN EL CUERPO

 

Las experiencias traumáticas que se reprimen encuentran su forma de expresión en el cuerpo.

 

De forma inconsciente, la tensión se acumula y tarde o temprano sale a la luz en forma de angustia, ansiedad y de enfermedades psicosomáticas.

 

El cuerpo del adulto puede manifestar ese episodio de violencia que sufrió de niño y que no ha sido capaz de expresar de manera consciente porque no se atreve a acusar a sus padres.

 

ENCONTRAR AYUDA

 

Para superar esta situación, el adulto que fue un niño maltratado debe contar con la escucha empática de una persona que le ayude a tomar conciencia de lo que su cuerpo ya sabe.

 

Una persona que ya haya tenido éxito en recorrer ese camino por sí misma porque ya tuvo la oportunidad de encontrarse con alguien que le ayudara.

 

La persona maltratada tiene que saber que son los demás los que fallaron, y no ella.

 

UN CAMBIO SOCIAL

 

El hecho de que socialmente todavía sea tolerado el castigo infantil y la violencia contra los niños, aunque sea en forma de “cachetes disciplinarios” y bajo la excusa de que es “por su bien”, no hace más que perpetuar la rueda de la violencia generación tras generación.

 

El día en que admitamos que cualquier forma de violencia es intolerable y la sociedad deje de amparar a los adultos frente a los niños, se habrá abierto un camino hacia la paz.

 

 

Alice Miller 2008 / Traducido por Rosa Barrio

 

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