1-
Sólo le enseñan la violencia.
2- Destruyen la certeza sin falta de ser amado, como un bebé necesita.
3- Crean angustia: la angustia de la siguiente ruptura.
4- Llevan consigo la mentira: pretenden ser educativas, pero en realidad
sirven a los padres para descargar su cólera, y si pegan es porque
a ellos les pegaron siendo niños.
5- Incitan a la cólera y al deseo de venganza que permanece reprimido
y que saldrá más tarde.
6- Programan al niño a la aceptación de argumentos ilógicos (te hago
daño por tu bien) y los inscriben en su cuerpo.
7- Destruyen la sensibilidad y la compasión hacia los otros y hacia
uno mismo, limitando así sus capacidades de conocimiento.
¿Qué
aprende el bebé de las zurras y otros golpes?
1- Que el niño no merece respeto.
2- Que se puede aprender el bien por medio del castigo (lo que es
falso, en realidad el castigo enseña al niño solamente a querer castigar
a su turno).
3- Que no hay que sentir el dolor, que hay que ignorarlo, lo cual
es peligroso para nuestro sistema inmunitario.
4- Que la violencia forma parte del amor (lección que incita a la
perversión).
5- Que negar las emociones es saludable (sin tener en cuenta que será
el cuerpo el que pagará por este error, a menudo mucho más tarde).
6- Que uno no tiene derecho.. a defenderse hasta que sea adulto.
Es
el cuerpo el que guarda la memoria de todas las marcas nocivas de
las supuestas "buenas zurras".
¿Cómo
podemos liberarnos de la cólera reprimida?
Durante
la infancia y la adolescencia:
1-Burlándonos de los más débiles.
2-Pegando a los compañeros
3-Humillando a las chicas
4-Agrediendo a los profesores.
5-Viviendo las emociones prohibidas delante de la T.V. o los video-juegos,
identificándose con los héroes violentos (los niños a quien nunca
se les pegó, se interesan menos por las películas crueles y no producirán
escenas atroces, una vez adultos).
A
la edad adulta:
1-Perpetuando uno mismo la zurra como medio educativo eficaz, sin
darnos cuenta de que en realidad estamos vengándonos de nuestro propio
sufrimiento sobre la siguiente generación.
2-Negándonos (o siendo incapaces) a comprender la relación entre la
antigua violencia sufrida y la que se repite activamente en la actualidad;
entreteniendo así la ignorancia de la sociedad.
3-Alistándonos en actividades que exigen violencia.
4-Dejándonos influir fácilmente por los discursos de hombres políticos
que designan a víctimas propiciatorias en quien pueden depositar la
violencia acumulada y de la que se pueden deshacer por fin sin ser
castigados: razas "impuras", etnias "que limpiar minorías
sociales despreciadas.
5-Como obedecimos a la violencia siendo niños, estamos dispuestos
a obedecer a toda clase de autoridad que nos recuerde la de nuestros
padres, como los alemanes obedecieron a Hitler, los rusos a Stalin
y los serbios a Milosevic.
Inversamente,
si tomamos conciencia de nuestros sentimientos reprimidos e intentamos
comprender cómo se transmite la violencia de padres a hijos, cesaremos
de pegar a los niños de cualquier edad.
Es
posible ( muchas personas lo han logrado ), una vez que hayamos comprendido
que la única razón de dar golpes "educativos" se esconde
en la historia reprimida de nuestros padres.
Alice
Miller 2008 / Traducido por Rosa Barrio
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