El
miedo no es zonzo, decía mi “abuela” y lo repetía
mi madre con una sabiduría que no viene de los libros sino de
la experiencia. Sí, el miedo no es zonzo, por eso hay que escucharlo
y de eso vamos a hablar.
Claro,
cómo va a ser zonzo con lo inteligente que son nuestras
emociones (porque el miedo es una emoción).
Es
la inteligencia del cuerpo y la psiquis la que está detrás
de estás manifestaciones y es nuestra razón que pueda
dar algo de luz a lo que allí, como señal más o
menos intensa o incluso violenta, se manifiesta.
La
emoción se caracteriza por su brevedad y violencia,
lo que la lleva a absorber totalmente el campo de la atención.
Todo
el psiquismo y el organismo en su conjunto se orienta hacia aquello
que provoca la emoción: vista, oído, argumentos, recuerdos
y, por ejemplo, en el caso del miedo, la descarga de adrenalina en sangre
hace que la actividad cardíaca se acelere y la respiración
se haga más profunda.
La
reacción puede ser la huida, la paraliza, un estado de alerta
donde todos los sentidos se focalizan en algo: un ruido, movimiento,
etc. Wundt define a las emociones como “una fuerte llamarada del
sentimiento” Sí, están allí para
demostrarnos que estamos vivos.
Son
señales que no podemos desatender.
El
problema es que fuimos educados en el miedo: anécdotas
del hombre de la bolsa, de “la befana” (una especie de bruja)
, del infierno, de los “pelos en la mano”, de que los Reyes
Magos no te traían regalos si te portabas mal, etc.
Pero
esto no es nada, también se nos educó en el miedo
a la muerte, a ser libres, a los otros, a amar, a “poder”,
a “vivir”...
Norberto
Levy en su libro La sabiduría de las emociones, nos habla de
lo importante que es ver las emociones, incluso las consideradas como
“conflictivas” (como el miedo), en su condición de
señal.
El
usa la imagen del tablero de luces del auto, que indican que algo está
fallando...; que hay un problema a resolver. Remiten
a ese problema a resolver, pero ellas –las emociones mismas- no
son el problema.
Así,
la emoción es aprovechada cuando uno comprende que problema específico
detecta esa emoción, pudiendo abocarse a la resolución
del mismo.
¿Qué
es el miedo?: el miedo es esa sensación de angustia que sentimos
ante la percepción de una amenaza.
ACLARACIÓN:
es cierto que puede hacerse una distinción entre miedo (más
puntual, concreto, localizado en un objeto) y temor (más vago
e indeterminado), pero nosotros hablaremos aquí de miedo en sentido
amplio, abarcando también la noción más genérica
de temor.
¿Y
qué señala?: señala la desproporción entre
lo que sentimos como amenaza y los recursos con los que contamos
o sentimos que contamos para enfrentar eso amenazante.
Pero,
por confusión o ignorancia convertimos al miedo en una emoción
negativa...!!!! Esa 1ra emoción genera una 2da. que es como su
consecuencia: vergüenza, humillación, rabia, impotencia.
Dice
Levy que se da entonces esta secuencia:
a- se percibe una amenaza
b- reaccionamos con miedo
c- hay una respuesta interior a ese miedo (la reacción en cadena)
Y
esta respuesta interior es clave, porque agravará o atenuará
esa sensación original de miedo, pero lo habitual es su descalificación.
Sí,
hay una descalificación del miedo, se lo considera pura perturbación,
emoción indigna y se cree que el problema es el miedo en lugar
de verlo como una llamada de atención.
No
hay miedos injustificados!!!!!
Por
eso hay que tener una nueva mirada frente al miedo. Hay que dejar de
convertir al MIEDO en un problema para verlo como señal de la
existencia de un problema.
Eso
sí, ignorar la señal sí puede ser peligroso.
Se
trata de un verdadero aprendizaje para poder aprovechar lo
que quiere decirnos...
Un
supuesto equivocado es el de que todos contamos con los mismos recursos
para enfrentar los miedos y que algunos, aunque los tienen, no los enfrentan,
son cobardes.
Esto
es falso y además, termina estigmatizando a la persona, porque
los seres humanos disponemos de distintos instrumentos para enfrentar
las amenazas y si estas superan nuestros recursos, ahí aparece
el miedo. Pero no basta con tener los recursos, es necesario saber que
uno los tiene.
Otro
riesgo que hay que evitar es el anestesiar al miedo.
No
es raro que ese miedo a ser catalogados como cobardes o a ser rechazados
nos lleve a negar, ignorar, enmascarar el mismo miedo:
¡Yo
no tengo miedo! ¡Qué peligro! Es perder de vista
su carácter de señal... El miedo tiene que ser
escuchado: no hacerlo llevará a instalar un miedo crónico
que agrave progresivamente una situación; un círculo vicioso
que lleva, por ej. a ataques de pánico.
El
aspecto miedoso se calma cuando es escuchado con respeto.
Las
cosas no son así por naturaleza, no nacimos con el miedo a algo,
es algo que se fue instalando desde hace mucho tiempo y con ese miedo
a algo nos acostumbramos a vivir.
Pero
el aspecto miedoso no quiere vivir con miedo, quiere que se lo ayude
a superarlo, que se lo ayude a desarrollar sus capacidades potenciales,
por eso hay que escucharlo.
Por
eso puede pasar de ser un lastre a un colaborador activo.
Curar
el miedo es transformarlo de disfuncional (que angustia, inhibe,
desorganiza, bloquea) en funcional (señal), y esto tiene que
ver con la respuesta interior que podamos ir dando y esta respuesta
interior tiene que ver con la actitud que nuestro evaluador
interno asume frente a nuestro aspecto temeroso.
En
esa relación se juega buena parte de nuestra realidad psicológica,
que puede ir del sufrimiento a la cura.
Nuestro
“evaluador interno” tiene reconocer que existe el aspecto
temeroso, su derecho a estar como está y escucharlo y respetarlo,
lo que no significa que no le expresemos nuestro desacuerdo, pero sin
imposiciones.
Levy
propone un técnica psicodramática para abordar
este proceso de cura o resolución del miedo que consiste en un
diálogo interior entre nuestro “critico interno”
y nuestro aspecto temeroso”:
Fuente:
Eduardo D. Rodríguez